Saturday, October 02, 2004

La maldición del demonio azul.

"¿Cómo?" o "¿Por qué?", son dos de esas preguntas relámpago que surgen cuando la carne congelada de una presa fácil se convierte en la víctima del cazador de turno (en esta ocasión, un canario diabólico, como tantas otras veces, pero debut para el novato).
El tranquilo revoloteo del ave azulada se acabó a unos pasos. Quieto, con ese tono más propio de un pato, hizo la pregunta del rigor. Las almas (porque eran dos, uno más inexperto que el otro) salieron corriendo de inmediato, dejando a sangre fría cuerpo contra muerte, deslizando las ideas a tiempo para que el cruel instante no dejara secuelas ni antecedentes. Las voces, algo titubeantes, sacaron una rigidez imposible con la que estiraron el malabar que distrajo al canario. Un poco de alpiste, y perdiste. Agachó su cabeza para comer de la mano del duo dinámico, y ese fue el justo momento para que la llegada del santísimo bondi redentor salvara heroicamente a sus fieles pasajeros.
Buenas noches.
Y sí, el demonio se quedó maldiciendo por lo bajo, con moscas en los bolsillos, esperando un nuevo borrego.
Que la luna te ampare.

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