Wednesday, May 02, 2007

Vamos yendo...

El tiempo se va desandando, y en los rincones del mundo encontramos puertas.
Puertas que nos llevan a un camino, camino que nos lleva a otras puertas.
Abrirlas significa seguir. Seguir nos da libertad.
Pero la libertad arde, pica, pincha, moja, hiela.
La libertad duele en el cuerpo lo que reconforta en el alma.
La libertad pesa en sombras, pero también en luces.
La libertad es un extremo, y los extremos son jodidos.
La libertad es un tobogán altísimo, al que muy pocos les dan las ganas para escalar y el valor para tirarse. Y muchos hay que, habiéndose tirado, no quieren volver a subir por el dolor del impacto al tocar el piso, que ciertas veces se quiebra con nuestro choque y abre una grieta al mismísimo infierno.
La libertad es un lugar que no está en los mapas, es una ley que no está en las constituciones, es una religión que no tiene dioses. Es un camino tapado por el asfalto.
La libertad está con nosotros desde que nacemos, y si no nos deshacemos de ella, perdura a pesar de nuestra muerte.
La libertad está en las paredes de los barrios y no en las cajas cableadas ni en los guiones cotidianos.
Entonces hay quienes no pueden convivir con la libertad, prefieren quedarse en el teatro de sus vidas, a la orden de un destino que apantalle cuando el sofocón se hace presente. Y esos dicen que la libertad es una utopía... pero sólo se trata de abrir puertas.

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