Thursday, October 07, 2004

Introversión a la intemperie.

Se cierran las válvulas para que el propio efecto se multiplique. Y, efectivamente, el proceso atiza los fuegos, remueve temblores azarosos, incontrolables que salen realmente desde un punto desconocido. Será la locura novedosa.
Dañada la garganta, la carretilla de Humito tambalea para llegar a destino. Cierra las percianas y el terrible infierno a estrenar se le cae encima como una mula muerta. Hay música de fondo que le pone unos pincelazos de película al rubro. Los dedos se mueven por la cara, por la boca y la nariz, dando cierto look autista. Mientras tanto, dentro del local las sensaciones son puñaladas dementes de terror y fascinación, de asombro idescriptible.
Humito, mirando de afuera, se sorprende en su consciencia protagonista viendo cómo lleva de la mano al carromato en un recorrido turístico deluxe. Suena Floyd: el cenit de la función es un hecho, la tensión se apodera del invitado. Hay tanta desesperación como sombras hay. Imágenes a repetición, posturas, cuadros, muerte, vida, palabras, colores, tristeza, fines, principios. Pero sobresale una textura que mueve todo eso, como el líquido donde flotan aquellas cosas. Y, de pronto, todo explota. Amanece por los ojos, y se escucha un aplauso final.
Clap. Clap. Clap. Telón y a rodar.

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