El sabueso "huele mal".
Siente el aire sucio, como si ese espesor le erizara la piel por contacto, y se manda a la cacería del inocente-pero-pecador. Dilata la nariz con pequeños y constantes movimientos mientras se mueve frenéticamente, al ritmo de sus ojos perseguidores e inquietos, con la única misión de encontrar un origen y castrarlo. Pero es inútil (él y sus intentos), entonces se rinde levemente, hasta que su cabeza tiene un espasmo y va a pedir refuerzos, pero para ese entonces sólo quedan cenizas, y es imposible manejarlas.
Más tarde sabrá descargar su rabia y frustración por otros pseudodelitos que jamás tuvieron pena en un juzgado normal, pero todo hiere mal para alguien resentido. Y los ángeles endemoniados, al fin y al cabo, se hacen refugio aun sin techo con qué cubrirse, construyendo cabañas de simples abrazos o sonrisas incoherentes. Sólo así se vence al más fuerte.
Más tarde sabrá descargar su rabia y frustración por otros pseudodelitos que jamás tuvieron pena en un juzgado normal, pero todo hiere mal para alguien resentido. Y los ángeles endemoniados, al fin y al cabo, se hacen refugio aun sin techo con qué cubrirse, construyendo cabañas de simples abrazos o sonrisas incoherentes. Sólo así se vence al más fuerte.
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