Saturday, December 01, 2007

Desolación.

En esta ausencia soy testigo de mí mismo en un huracán de cristales desangrados.
Los plásticos mordidos, un pedazo de diente, vidrio que acompaña... todo es la excusa para no ahogarnos en un mar de sombras.
Pero las sombras no sólo son mar: también llueven, o salen de la canilla, o se respiran en el aire.
Y el alma no descansa por más sueño que tenga.
Las resacas renacen constantemente, y no por embrujos, nomás por soledades.
Las pesadillas se encarnan, las ilusiones chorrean sinsentidos.
El amanecer es otra razón para sufrir (y eso es muy duro de sentir para alguien que adora al sol).
Pero, de todo en todo, resulta una confirmación: aquel no estaba tan equivocado cuando nos recomendaba aprender a vivir solos.

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