Sunday, April 20, 2008

Los engranajes del tiempo.

Sordos, o mudos. O quizás un sonido casi imperceptible que se esconde atrás del viento.
Ellos giran, constantemente (y esto es decir que se excluyen de sí mismos), y entonces el mundo se mueve.
Como enanos, muchos enanos, todos tirando de un mismo carrito, llegando siempre al mismo lugar cada día, para que de su recorrido se sirva algún grandote. Rieles de trenes con pies que no saben caminar por otro lado.
Los segundos no segundan los proyectos de las almas.
Hay corazones invadidos que no pueden esperar ser civilizados. Y hay amores que no prefieren el momento de amor de un rebaño. Pero si el tiempo juega a ser imparcial, la balanza se desmadra.
Todo lo que Cronos maquetea se va volviendo turbio. Parece que no supieran que los hilos dentales que cuelgan de su espíritu en manos del titiritero algún día van a derretirse.
Y ahí, odiarán al Sol, preferirán una sombra abstracta que los esconda.
Yo quiero el fuego lento para hacerme tierno. Porque estar verde (más allá de lo sublime del color) no es bueno ni para las frutas ni para las ánimas hostiles.
Ni viciones ni visiones, todo el tiempo pasa el idem, y los abismos no se abren en ningún reloj, porque redundar en segundos es comerse a uno mismo... sólo viviendo despegado de las pringosas agujas se puede fisgonear por las rendijas del milagro.
viciones

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