Sintimiento.
Van por la pasarela robots desdibujados pero pintados, cubiertos por una fina capa de carne que apenas si disimula su ausente humanidad. Van y llegan hasta el fondo de las mentes, y allí roen la cordura de los seres e imponen sus modelos de perfección.
Son ejércitos autómatas, domados fácilmente, tan nocivos como impunes, desastre de esta cultura con demasiados zumbidos y muy pocos latidos, un asesinato a las raíces, al amor, a la naturaleza.
Sólo figuras, figuritas, estatuas con movimiento y escaso sentimiento. Pendientes del espejo en vertical como un dios frívolo que les grita su sórdida verdad.
Y hacen caer almas dulces en su pozo atroz, hipnotizándolas con un canto de sirenas huesudas. Es ese el peor crimen: vacían espíritus nobles, los marchitan y queda sólo el crudo maniquí, movido por engranajes mentales, como programados.
Habrá que taparse bien los oidos, apretar los párpados y aguzar el corazón, que en su tambor está el resto de verdad que les queda por conquistar.
Son ejércitos autómatas, domados fácilmente, tan nocivos como impunes, desastre de esta cultura con demasiados zumbidos y muy pocos latidos, un asesinato a las raíces, al amor, a la naturaleza.
Sólo figuras, figuritas, estatuas con movimiento y escaso sentimiento. Pendientes del espejo en vertical como un dios frívolo que les grita su sórdida verdad.
Y hacen caer almas dulces en su pozo atroz, hipnotizándolas con un canto de sirenas huesudas. Es ese el peor crimen: vacían espíritus nobles, los marchitan y queda sólo el crudo maniquí, movido por engranajes mentales, como programados.
Habrá que taparse bien los oidos, apretar los párpados y aguzar el corazón, que en su tambor está el resto de verdad que les queda por conquistar.
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