El desvelo.

Toda toma de consciencia supone desgarrar algún velo, abrir alguna puerta, y encontrarse cara a cara con una nueva visión.
Generalmente, uno descubre y asimila, aprende, bebe del cáliz de la sabiduría y, ya sin sed, descansa para repetir el proceso en otra circunstancia venidera.
Pero también hay puertas que esconden secretos inmanejables, conocimientos que superan a su alumno y derivan en una demencia parcial, dejando secuelas traumáticas, miedos irrefutables y resplandores tenebrosos que ciegan la razón.
Uno de esos destellos es el que hasta las letras me trae, porque su brillo ha hecho estragos de amor en este espíritu.
Lo sombrío de esta revelación es que sea irreversible.
Ya no habrá olvido posible. Quizás encontremos lugares que sirvan de escondite, trincheras o cuelgues cósmicos, pero siempre el latido del corazón recordará aquellas tormentas de placer que supimos navegar.
Será una eternidad de sentirnos indefensos ante la voluntad del deseo.

¿Nos volveremos a ver?

Me das miedo en tu ausencia, y no quiero escribirte a cuenta, porque el primer repelente del azar es la espera desesperada del mismo.
Con vos creo en tantos amuletos que generalmente me parecen madera simple...
Y si recupero la ilusión, si no te pierdo en el camino, habré logrado una buena jubilación para mi razón.