Sunday, March 23, 2008

Alma. Prisión. Nada.

Son tres dimensiones, seis lados, una pena.
Los gritos nunca suenan en el sordo gris: no hay oidos para el lamento de un enclaustro.
Perdido en el vacío, un olvidado rincón del mundo que sólo renace en algún recuerdo sentimental, mientras que las llaves siempre tintinean y no hay descanso para la miseria humana.
¿Cuántos habrán preferido desangrarse antes que ser un envase irrecuperable?
Tanto dolor maquillado, escondido en sombras enjauladas. Tantos secretos de tinieblas colmando las tumbas de los que nadie recuerda.
¿Y quién es el inocente que puede bajar un martillo? Si hay más culpas que personas, y los afortunados desperdician su libertad en proponer sufrimientos más crudos, cuando desconocen la amargura de un cielo descascarado.

De los que caminan sin corazón.

Gente que se dedica a destruir sueños y sobre sus ruinas construye grises molinos de concreto que torean lo eterno como si realmente pudieran hacerle frente.
Una vez más y para siempre, la batalla es contra nosotros mismos en primer lugar, y contra los maquinistas en general. Si ellos mismos manejan los trenes, mejor ir caminando, porque los rieles no son de llevar a lugares que alojan verdades puras ni colores reveladores.
Esos caminos hechos, cómodamente señalizados, están para tentar a los espíritus ávidos de facilidad, que van a parar a los avisperos predeterminados.
Ni la vida se cambia a control remoto ni los sentimientos se piden a un delivery.
La publicidad ofrece lo que el Tío prefiere vender.
La garantía sólo garantiza insatisfacción.
La seguridad sólo asegura miedo del lado de adentro de las paredes, y una ceguera tan fácil de moldear como plastilina tibia.
La televisión te televicia.
Los modelos te modelan de afuera y de adentro, con bellezas tan endebles como la de una flor enjarronada.
Y el terrorismo no es tan terrorífico cuando los aterrorizados son los representantes del terror de la mayoría.

Tuesday, March 18, 2008

Palabras para ella, desde esta puerta abierta.

Quisiera escribir con tinta que traspase tu piel, tu físico, tu entendimiento superficial y hasta tu facilismo espontáneo.
Quisiera tener una pluma capaz de tocar profundidades inexplicables, ahí donde se forjan las ideas, las reacciones, los dolores instantáneos, y poner en letras implacables el sentimiento que me invade cuando te veo intratable, sombría y hasta feroz.
Quisiera tener la verborragia necesaria, la paz idónea y el tacto mágico para que tu alma se abra a mis palabras no sólo de primera mano, sino en lo insondable de su significado. Y hacerte comprender que el cielo es todo tuyo si querés aprender a volar. Claro que no es sencillo despegar, ni llegar a esas alturas remotas, ni planear majestuosamente: todo conlleva la carga asfixiante del esfuerzo. La vida es un vía crucis tras otro.
Pero quisiera igual que comprendas todo lo bello que te adorna, y todo lo que podés adornar. Que tus penas sean menos injustas con vos, y más dóciles con los demás. Que las lluvias no te ahoguen, que los vientos no te arranquen las raíces más hermosas que forjaste con el sueño de tu amor.
Me encantaría poder ser el poeta indicado que te muestre el costado fascinante de tu existencia, y a partir de eso se te abran los cielos. Quizás hasta ser el entrenador de tus alas.
Porque el sol está hecho para brillar, las aves para volar, los sueños para flotar.
Y vos sos el sol, las aves y los sueños.