Veneno.

Las venas se esfuerzan para aguantar
elastizan cada vez más sus paredes
porque sino este espíritu va a estallar.

Ceguera de cruel instinto
como si fuera distinto
como si ya yo no fuera.

Y sólo dolor latiendo
sólo bronca recorriendo un ser
que se deshace de ganas
de tomarse un franco existencial.

Maldito veneno mental
que riega y pudre estos campos
donde ayer sólo flores había.

Y la eterna duda recurrente:
quizás no estoy hecho para amar.

Maldición de razonar.

Sería fabuloso que uno de estos rayos que rayan el cielo haga una grieta en el avión que viene a toda velocidad hacia mí y no deja de estrellarse en las paredes del pretérito.
Como el deseo de una lobotomía parcial y repentina, raspando con la espátula las impurezas estúpidas de una mente sádica, caníbal.
Basta de este laberinto intransitable, de esta paralisis, de este grillete de docientos años de peso en quince segundos de vida.
Cada neurona es un enemigo en esta batalla de hoy.
Y cada enemigo es el mejor francotirador, y el más hijo de puta.
No apunta a la cabeza o al corazón, le pega a la rodilla de tu alma y planta calas en el reguero de sangre que la sigue fiel mientras se arrastra.
Lo que cabe esperar es que la costumbre realice su buena acción del día y pase a buscar los ardores que no quieren irse solos.